Un poco de historia…
No hace mucho, nuestros abuelos para cocinar utilizaban principalmente la grasa de origen animal. Pero con la revolución industrial y los procesos de bajo coste para extraer aceite de semillas vegetales, el consumo de esos aceites aumentó considerablemente.
La industria alimentaria se encargó de llenar los estantes de los supermercados con aceites refinados de girasol, soja, maíz, colza.
Alabaron mediante los claims marketinianos los beneficios de estos aceites frente a las grasas de origen animal.
El miedo y el rechazo a las grasas saturadas animales nos ha llevado a consumir más aceites vegetales de semillas mientras que nuestro organismo no está diseñado para tolerar las.
Los aceites vegetales de semillas son grasas poliinsaturadas y se componen principalmente de ácido linoleico, es decir Omega 6. Mientras su ingesta moderada es esencial (así como el ácido linolénico – Omega 3), resulta que en nuestra sociedad actual su consumo se ha elevado superando incluso a los ácidos grasos Omega 3, siendo la causa principal de diversas enfermedades, sobre todo las coronarias.
El problema principal de estos aceites es que son altamente inestables por lo tanto su uso, sobre todo al cocinar no es muy recomendable ya que al exponerlos a altas temperaturas producen radicales libres que intervienen en procesos degenerativos y aceleran el envejecimiento.
El consumo de aceites vegetales ha aumentado notablemente en los últimos años, y no sólo en forma de aceites para freír, es también sin duda uno de los ingredientes principales en los productos ultraprocesados además del azúcar y la sal. Echa un vistazo a la etiqueta de tus galletas, bizcocho, chocolate o snacks salados favoritos y los verás allí, así que aunque no los uses para cocinar, eso no quiere decir que no los consumas sin darte cuenta.
Evita al máximo esos aceites a la hora de cocinar, los hay mucho más saludables. Presta atención cuando vayas a comer fuera, ya que suelen usar los aceites vegetales de semillas para freír. Además suelen recalentarlos varias veces, lo que eleva la toxicidad para nuestro organismo, arterias y daña nuestro ADN.
Son muchos los estudios hasta la fecha donde se relaciona el elevado consumo de estos aceites con los riesgos de padecer enfermedades vasculares como hipercolesterolemia, hipertrigliceridemia, arteriosclerosis y diabetes.
Estudio: https://www.bmj.com/content/346/bmj.e8707
Estudio: https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/27251151/
Además en el proceso de hidrogenación, se utilizan minerales catalizadores como el níquel, el aluminio o el cobre. En los aceites hidrogenados quedan fragmentos de esos metales pesados. Ya se sabe que el aluminio, por ejemplo, interfiere en la degeneración cerebral (enfermedad de Alzheimer).
¿Cuales son los aceites vegetales para cocinar que sí recomiendo?
Los aceites extraídos de frutos como el de oliva, el coco y el aguacate son los más aptos para nuestro organismo.
Priorizando por su puesto el de oliva, ya que procede de nuestras tierras. Sobre todo, el aceite de oliva virgen extra. Se obtiene únicamente con procedimientos mecánicos y sin ser mezclado con aceites obtenidos por otros métodos. Es importante que sea extraído en frío, ya que en caliente se pierden vitaminas y fitoquímicos, además de una alteración de los ácidos grasos.
Espero que el artículo te haya sido de interés.